93 años de vida. 93 años de alegrías, tristezas, emociones, triunfos, glorias y también de desazones, porque primero hay que saber sufrir, como dice el tango. Y de eso se trata el fútbol: de saber ganar y saber perder. De lagrimear de emoción cuando se grita un gol y de quedarse llorando masticando bronca sentado en la tribuna con las manos en la cara después de perder. De eso se trata.
Todos sabemos que lo del domingo fue un dolor grande, pero no todo es malo.
No se cumplió el objetivo, pero todos los que siguieron la campaña saben que este equipo va a quedar en la retina de toda la familia linqueñista, porque cuando pasen los años vamos a tener el orgullo de contar que vimos jugar al mejor equipo de fútbol de la historia de Lincoln y no vamos a titubear en decir de un tirón y sin pausa: “Villa, Núñez, Montiquín, Schiavi, Sadauskas, Lastagaray, Añaños, Rivoire, Moreno, Ábalos y Millares. Mirá que once nenes… encima los del banco también eran titulares, porque entraban y jugaban sin desentonar cuando les tocaba”. Esto es lo que vamos a decir los afortunados que los vimos jugar al equipo de “Cacho”. Porque todos saben que es la pura verdad, porque hubo conjuntos históricos en la ciudad y que han logrado grandes hazañas (Y se me vienen a la mente los penales del 86), pero no jugaban lindo y los que lo hacían no llegaban al nivel de este plantel.
Y después de escupir la formación de memoria como si fuera el número de documento vamos a agregar: “Ahh, y encima nada austero el esquema… cuando te lo diga te morís… nada de 4-4-2, no!, nada de eso… el equipo de “Cacho” jugaba con un rotundo 4-2-2-2 de local y de visitante”.
Después zamarreando la cabeza de un lado a otro como no entendiendo la cosa cerraremos: “Luego la suerte no arribo al Leonardo Costa en el último partido, pero todavía me arden las manos de aplaudir a ese equipo… Igual echarle la culpa al destino es la excusa más cobarde, por eso preferimos aplaudir y aplaudir, esa tarde del primero de junio. Porque el hincha de El Linqueño está en la buenas y en las malas mucho más, poniéndole el pecho a las balas”.
Seguramente nos llenaremos la boca de orgullo al silabear que somos hinchas del más grande del noroeste de
¿Cómo no vamos a ser hinchas de El Linqueño? Si este infierno es encantador…