
Relato a modo de cuento escrito por un integrante de la Peña 6 junio.
Cuando me dijeron que todavía había un par de lugares enseguida le dije a Ale “Dale agrégame que voy, avísale a los chicos”, fue ése clic que a veces aparece en la cabeza de uno. Gracias a Dios que apareció porque muy pocas veces se me cruzaron tantas cosas dentro de mí en una cancha de fútbol.
Tipo cuatro y media de la mañana empezamos el recorrido a la ilusión. Era una madrugada perfecta, el aire calido y el aroma linqueñista se hacia cada vez más fuerte. Esas 16 personas que salíamos hacia la ciudad santafesina de Sunchales estábamos seguros de que el 2 - 1 sufrido en el Leonardo Costa por parte de Libertad se podía dar vuelta con el esfuerzo de todos.
Eran casi 600 kilómetros en busca de lo que todos nosotros ansiábamos la tan esperada clasificación. El viaje de ida se torno un poco cansador y peligroso por la arriesgada forma de manejar del conductor, pero a pesar de todo y como no podía ser de otra manera no faltaron las jodas, cargadas y cánticos a nuestro clásico rival.
Luego de varias paradas y con mucho sueño encima, llegamos a la ciudad de Rafaela donde pasamos a saludar a nuestros jugadores que permanecían en un hotel del centro cargando energías y concentrados para un encuentro que iba a ser vibrante. En un balneario, aunque jamás podré compararlo con el parque de nuestra ciudad, degustamos unos “choris” y no podía faltar el conocido y siempre preponderante vino tinto compañeros de todos nosotros.
Con todos esos condimentos en nuestro cuerpo, emprendimos el recorrido final y arribamos a Sunchales, nos encontrábamos más motivados que nunca porque sabíamos que el equipo nos iba a necesitar. Las tribunas locales estaban semi -completas y la nuestra como era de esperar explotaba de gente y rugía sin cesar, además, la tarde estaba soleada, hermosa, se podría decir que era una tarde linqueñista.
Una vez empezado el partido, la “Número Uno” no dejó de alentar en ningún momento con ése impulso de la gente llego nuestra mejor oportunidad del encuentro el penal. Se lo habían hecho al goleador y por lo tanto como cualquier delantero no soltaría la pelota.
Nos acercamos al alambre, preparamos la garganta, desesperábamos con la idea de ir con ése gol a los futuros penales o quizás con la idea de convertir otro y ganarlo cómodamente. A pesar de todo lo que ansiábamos, el “Maxigol” no pudo vencer al arquero visitante, que atrapó con jerarquía el tiro desde los once metros y con ello también se llevaba nuestra alma a sus manos.
Como lo podíamos esperar de “La Uno” no se calló y siguió como todo el partido gritando hasta el cansancio. Luego, fue “Lucho” quien tuvo un mano a mano en sus pies, pero el destino se nos hacía esquivo otra vez y la pelota le decía adiós al arco.
Cuando a los locales o a los poderosos no le salen bien las cosas son los señores árbitros quienes se encargan de ayudar a que se de la victoria. Por esto y por la ley de compensación, infaltable en cualquier partido, el “señor vestido de negro” pita un penal para el equipo de Libertad.
Otra vez marcados a sufrir, culpa de aquello que creíamos injusto. Con todas estas desventajas el “Mono” Vallejos no pudo hacer nada y la pelota tocó la red para derrumbar todo lo que el equipo y venía construyendo en el encuentro.
A partir de ahí, casi todo fue desconcierto dentro y fuera de la cancha. Veíamos cada vez más lejos la ilusión del ascenso, pero todos fuimos cautos y seguíamos confiando en estos jugadores que dejaban todo en cada pelota.
Lamentablemente, el arbitraje seguía tomando importancia y hacía decaer al “Azul”. En el minuto 48 y para continuar con el pésimo manejo del partido por parte de la terna arbitral, el juez de línea corre hacia la mitad de la cancha y el árbitro convalida el gol que no fue tal, después de un remate de uno de los delanteros “carboneros”
En el segundo tiempo, a pesar de ir e ir no se pudo llegar al grito máximo en un partido: el gol. Con todas las adversidades a cuesta en todo momento nos encargamos de demostrar una y mil veces porque nuestra hinchada es la “Número Uno” y la que más “Ruge” en el noroeste de la provincia de Buenos Aires.
Que envidia tienen aquellos vecinos, a pesar de mejores logros deportivos que nosotros, porque jamás igualarán algo vibrante y emocionante como lo realizado por los simpatizantes linqueñistas. Seguramente, cuando se iguale lo que pasó el domingo anterior, el fútbol ya no será fútbol y las hinchadas serán fotos con un audio agregado simétricamente.
El recorrido de vuelta a Capital Federal no fue otro que con la tristeza inmensa en el alma, con la cabeza llena de preguntas imposibles de responder, pero con la satisfacción de saber que un grupo de hombres nos hicieron emocionar en muchas ocasiones y que ése mismo grupo de hombres o quizás otros en el próximo campeonato nos deleitarán con el sueño del ascenso.
Juan Luis Rodríguez